lunes, 7 de noviembre de 2016

COMENTARIOS DE TEXTO, EJEMPLO ARISTÓTELES (PARA 2º BACH)

"La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. La voz es signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo del hombre, frente a los demás animales, el tener, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad".



¿Qué hacemos?


1-Leemos (tantas veces come necesitemos hasta entenderlo)
2-Señalamos las palabras importantes
3-Extraemos la idea principal 
4- Relacionamos con lo que ya sabemos



Explicación al texto citado:

La idea principal del texto es el lógos como característica diferenciadora de las sociedades humanas respecto al resto de sociedades. Esta idea continúa la reflexión aristotélica en torno a la sociabilidad natural del ser humano: vivimos en sociedad por naturaleza, y también por naturaleza poseemos el lenguaje como elemento que nos distingue del resto de especies. Así, Aristóteles nos está ofreciendo también su propia visión del ser humano como animal que tiene palabra. El lenguaje se convierte además en la raíz de la moral y la política, pues gracias a él podemos discutir “sobre lo justo y lo injusto” y dar voz a nuestro “sentido del bien”. En consecuencia, el texto podría responder a la siguiente pregunta: ¿En qué se diferencia la sociedad humana del resto de sociedades? La respuesta aristotélica apuntaría al lógos como aquello que nos define y nos separa del resto de animales, siendo una condición indispensable de nuestra manera de vivir en sociedad.

El principal argumento de Aristóteles apela a la naturaleza como origen de nuestra capacidad lingüística. Puesto que la naturaleza “no hace nada en vano” y el ser humano dispone del lenguaje, habrá que concluir que todo lo que deriva del mismo, como el vivir en la ciudad, es “por naturaleza”, y que además da a nuestra manera de vivir en sociedad una nota distintiva en tanto que nos permite discutir sobre cuestiones morales y políticas, que es la idea que aparece en la segunda parte del texto. Esto es precisamente lo más característico de la vida en la ciudad: tomar las decisiones a través de la palabra, que nos ha sido dada por la naturaleza.

Otros vínculos al respecto:


A partir de lo anterior, se podría decir que el hombre aspira por naturaleza a conocer, tal y como afirma Aristóteles al comienzo de su Metafísica. Cabría preguntarse entonces qué es el conocimiento para Aristóteles. Al igual que su maestro Platón, Aristóteles afirma que el conocimiento debe buscar lo universal, es decir, existe algo más allá de la apariencia que hace que las cosas sean lo que son. Se trata de la forma de las cosas, que es el objetivo último del conocimiento. Hay por tanto una verdad universal en la realidad y podemos conocerla. Sin embargo, el proceso del conocimiento no tiene nada que ver con lo descrito por Platón: el conocimiento empieza por los sentidos, y en este sentido no somos muy distintos al resto de animales.

Es preciso introducir también algunas reflexiones de la ética, en la que entendimiento y voluntad están íntimamente unidos. No en vano define Aristóteles la felicidad como la “actividad del alma dirigida por la virtud”. El alma entonces, tiene una dimensión operativa: no sólo conoce el mundo sino que también vive en el mismo, “hace” cosas en la realidad física y social. En cierto sentido, el alma es principio de acción y también de decisión en tanto que decidimos por medio de nuestra voluntad. Y como decía unas líneas más arriba, Aristóteles distinguirá virtudes propias de la voluntad (éticas) y virtudes propias del intelecto (dianoéticas). Más aún: el hombre prudente, que es un modelo a seguir dentro de la propuesta ética Aristótelica es precisamente aquel en el que intelecto y voluntad conviven en armonía: el alma del hombre prudente sabe lo que hay que hacer (virtud intelectual, capacidad de análisis y toma de decisión) y quiere hacerlo (virtud de la voluntad, que cuenta con la suficiente fuerza como para llevar la acción a cabo).

Si el “télos” del ser humano es alcanzar la felicidad, cabría preguntarse qué estilo de vida es el mejor, el que más nos asegura el lograr una vida feliz, completa, realizada. A qué debe aspirar nuestro alma si queremos ser felices. De todos los estilos de vida posibles, Aristóteles propone precisamente la vida entregada al conocimiento, la vida teórica. Si el ser humano es el anima que tiene logos, parece que tendrá que vivir de acuerdo a su naturaleza, de acuerdo a lo que es. Nuestra capacidad de conocer es una de las notas distintivas de nuestra especie, por lo que la vida más auténtica y plenamente humana tendrá que desarrollar al máximo este conocimiento. De esta forma, esta exposición que comenzaba con referencias a la antropología aristotélica y a la teoría del conocimiento, nos conduce de un modo casi natural a la ética: el alma mejor es la de aquel que se dedica a conocer, pues siempre tendrá más opciones de ser feliz.



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